El último podcast guateó, pero no sé si me debería preocupar. El Preto no es monetizado ni nunca lo será y, basicamente, aquí hacemos lo que nos gusta y no lo que dicte la máquina. Esa máquina que cambia sus alambres sin avisarle a nadie, hay que andar literalmente adivinándole sus mañas, y que hace poco, al fin, se dignó en avisar un cambio. Pero un cambio que, si el gran jefe allá lejos, en su cuartel central de hackeo mental se levanta con la pata izquierda, va y lo cambia a lo que se le antoje. O fue culpa de eso, o fue que, sencillamente, hay temas más interesantes y otros que nos mueven la fibra sólo a unos pocos. Dicen que, cuando hay varias explicaciones, comúnmente la verdadera termina siendo la más simple.
Como consumidor de podcasts, tampoco es que me lo esté gozando. He escuchado montones, pero no me engancho con nada. Dicen que hay más podcasts que gente escuchándolos. Los podcasts, dos décadas después, todavía son para muchos una cosa rara. A los pequeñines de ahora les preguntas por Podcaster.cl o ChilePodcast y no cachan ná. Ésa fue una época en que los podcasts aún eran sólo audios, todo muy amateur, con escasa publicidad o sin esponsors en lo absoluto. Ahora no, metámosle video, metámosle equipos caros, rostros, comentarios, suscripciones con pago mensual para acceder a extras, empresas de medios creando sus productoras de podcasts pa' ganar lucas... Pero no está todo mal. Evolucionó no más. Y es todo tan distinto. Si, al menos, a la parte de video le sacaran más provecho y no lo vieran únicamente como manera de meter cerros de placements, con fondos de color plano para que nada llame más la atención que los placements, y sin ofrecer ningún valor agregado más. Te juro que, si los auspiciaran bicicletas, te daría firmado que meterían la tonta bicicleta en medio de la mesa. Dan ganas de pensar en que los videopodcasts se veían más interesantes en tiempos pandémicos, en que todos se grababan desde la casa. Y mostraban su mundo. Era bacán. Pero volvimos a la presencialidad... para qué... para volver al estudio, pintarlo plano y llenar la vista de cada podcast que esté encumbradísimo en los charts con detergentes o pañales de guagua. Ojalá que bicicletas no.
La otra cosa son los streams en vivo. Y, aunque me tira más que escuchar podcasts de otros, sigue siendo algo que todavía no me termina de enganchar. En el mundillo es algo que ya se instaló. Pero, por estos lados, hacer streams es algo que va a seguir esperando. Y es que no hay masa crítica. Me veo incluso peor que otros que todavía no terminan de prender. Anoche mismo veía un stream de un canal que lleva varios años, tiene sus buenos 20k o más de seguidores, pero que sus directos son vistos por no más de unos 15. Quince, sin k. Y a uno se le sale su bondad y dan ganas de dejarle un mensaje diciendo que se merece ser visto por más gente... pero a muchos no les gusta leer eso. No nos gusta leer eso. En todo caso... ¿te imaginai que me mande a la cresta alguien que ni sabe que existo? A su caso particular, agregaría el tener que bancarse un prejuicio enorme. Pero ahí está, feliz, una vez a la semana tirando la talla y conversando con los quince que llegamos a mirar, más uno que otro que justo vaya pasando.
No mencioné a nadie, porque no tienen la culpa, no quiero quemar a nadie... y porque nadie gana nada con ello. Ya me siento casi haciendo contracultura. Así que sólo a ser feliz y no someterse a la máquina. Es lo que queda.
Como sea, considere ir a su app de podcasts y pinchar "seguir", para no perderse de nada.
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